jueves, 19 de julio de 2012

UTOPÍA: INFIERNO EN UN SALÓN DE BAILE

CRONICA- PARTE II




¡Pucha, mucha gente, es obvio que estará buena!- eran la una de la madrugada, y Úrsula animaba a Vero para hacer la cola. Esa cola, gran fila humana, que a simple vista se calcula en por lo menos 80 personas; chicos y chicas que iban entrando  de uno pagando los 45 soles, era tanta la gente que asistía al local que Percy North, el gerente de la discoteca, veía crecer su negocio, ¡ya sabes, ningún trigueñito! Esa fue la orden para los de seguridad. Todos entraban menos los trigueñitos, morochitos o los que no portaban el sello de la exclusividad: la tarjeta Utopía.

¡Abran paso, abran paso! Incendio en Jockey Club, emergencia…ti ti ti, eran las únicas palabras que oía camino al lugar del siniestro, Alberto Piñone acababa de pasar el grado de aspirante de bombero, y ahora ya siéndolo no dejo que las fuerzas se fueran al ver el inmenso humo saliendo de la puerta quemada, casi consumida por completo por las voraces llamas de fuego.


Descendían los bomberos uno a uno alistándose  en filas para así entrar encadenados por su propios brazos al centro del “sauna”, ¡se sentía como si fuese un sauna, un vapor ardiente que enrojecía la piel, dice Alberto, tras recordar aquella noche. Pero al  actuar los bomberos de forma inmediata, unos hombres fornidos, de polos amarillos, los detienen, ¿será  acaso  que hay algo oculto?

Gemían, el tigre y el león, mientras la mona Carla era paseada como un borrachín de espectáculo; los asistentes se asombran al ver  a  los animales, el dueño les cumplió, la tarjeta no mentía, esa noche no la olvidarían. Al entrar, a muchos de ellos les causó lastima ver a los animales enjaulados, pero luego comprendían que eran parte del show.- dice en tono melancólico Verónica Cortez.

Las tres jaulas guardaban dentro a fieras: el león Oscar, la tigresa Kika y el caballo Satán, las jaulas de Oscar Y Kika estaban situadas  a los costados del estrado que quedaba al frente de la entrada principal, aquella a la que para llegar se debía cruzar la pista de baile; el  caballo Satán  estaba  posicionado en la entrada principal y daba con cada relincho la bienvenida especial; mientras la mona Carla era paseada de la mano por Laura Huarcayo, la conocida entonces modelo, y ahora conductora, que había asistido como anfitriona junto  a su entonces novio Juan Martín; cerca de las 2:15 de la madrugada el clímax ya estaba a apunto de rebalsar.

Se empleaban las luces fosforescentes para armar figuras  sobre la pista de jebe del salón de baile, un piso anti estrés que servía para relajarse, para tenderse sobre ella, literalmente, para tomar el descanso final;  pero como toda  disco, debía tener  un buen disjockey,  y sí, allí estaba  el Dj Pulpo  con su consola adornada por radiantes vasos con pequeñas llamas de fuego que se avivan con bencina; la cabina mágica o trágicamente se situaba ahí nomás, cerquita  a la puerta central, en un piso más arriba.

Mientras en la barra, dos para ser exactos que se ubicaban uno al frente de otro de extremo a extremo en el local,   los bartenders atendían sirviendo los finos tragos a los asistentes entre ellos hijos de conocidos funcionarios y autoridades de Lima.

 El evento era de lujo, hasta el conductor de noticias del canal N Raúl Tola era parte de la exclusiva lista  para el show ZOO, en las barras también estaba Ferreyros, haciendo malvares con pequeñas llamas de fuego, de la barra al techo había muy buena distancia, así que por ahora no había de  que preocuparse, claro por ahora.

Bailó Verónica el merenguito que sonaba cerca de las 2:30 de la madruga, y de un momento a otro Dj Pulpo cambio al trance, la gente se iba retirando  de a pocos del salón de baile, pero muchos otros, la mayoría de aquellas casi 1 200 personas estaban empilándose con el trance que venía de la cabina del Dj Pulpo. Entonces Alfredo Cabrera, el Dj Pulpo, estaba acompañado de Kike, Fahed Mitre, unos de los dueños  del local que a ratos jugaba con las luces, además los acompañan también Jairo y Roberto Ferreyros  O´Hara, representando al circo de los hermanos Fuente Gasca y de pasadita disimulaba el olor de la orine de la tigresa y el león con un aromatizador de Wizard; eran cerca de las  tres de la mañana, 2:45  para ser exactos.

En las barras estaban los malabaristas haciendo espectáculos de tragafuegos, ingiriendo bencina para luego echarlos al aire en una escupida y con un encendedor  prender fuego, la gente se movía con el trance, mientras Verónica era acuciada por una mirada desesperada, de ojos abiertos y entrejuntados, es allí cuando se dio cuenta de que en la cabina del Dj Pulpo se prendía una llama de fuego, pero era pequeña, solo que la simple mirada de uno de los presentes allí,  la alertó.

Gritó, ¡Úrsula Nos quemamos!, la tomó de la mano, ambas se dieron cuenta de las, ya, lenguas de fuego que incendiaban el techo de la cabina, comenzaron a dar torpes pasos  entre la multitud que seguía extasiada por el mix del trance, por el Fly away, tema exclusivo y último de la noche.

Buscaban la salida, la única que conocían era aquella por la que habían entrado; entonces las miradas se detuvieron y un ¡fuego, fuego, nos incendiamos! Emprendió la más peligrosa estampida: la de humanos desesperados ante el temor de verse consumidos por el fuego. Verónica se pregunta ¿Dónde están los extintores? No Verónica, no hay ningún extintor porque los dueños se olvidaron  de ti, de los que aportaron a la creciente suma de su bolsillo, ¿y las señales? Tampoco están Verónica, se han borrado no por el humo sino por la codicia y los ojos cerrados de algunas instituciones.

Asustada, con las gotas de  sudor  esparcidas por  el cuerpo, toma la mano de Verónica y juntas buscan la salida; el fuego ahora se ha extendido y esta ya por las zona vip, ubicada en el segundo piso, la gente que gozaba de los más exquisitos tragos y, paradójicamente, de buena vista,  recién después de muchos minutos y caos en la primera planta, se dieron cuenta del suceso, ya cuando el fuego consumía los balcones; era casi imposible bajar por las escaleras en llamas.

Tomadas de la mano, Verónica y Úrsula pactaron en silencio  un ¡de aquí salimos juntas o nos quedamos, pero juntas!; al ver arder la puerta principal se apagó la luz, se cortó el fluido eléctrico y  los gritos de desesperación eran intensos, ellas tomaron como guía las llamas de fuego que se avivaban en el piso de jebe.

Se ha caído Verónica, pero Úrsula la jala de las manos clavando sus uñas sobre su piel, ¡no la puede dejar atrás!, siguen avanzando  entre el humo que no dejaba  ver nada; la oscuridad, el aire asfixiante embargaban el salón de baile, la cabina, las barras todo excepto los baños higiénicos, eso creían…

"continuará..."


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